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sábado, 19 de mayo de 2012

La fusiladora

"Pero Juan Carlos no ha muerto. Sobrevive prodigiosamente a sus heridas infectadas, a
sus dolores atroces, al hambre, al frío, en la húmeda mazmorra de Moreno. Por las noches
delira. En realidad ya no existen noches y días para él. Todo es un resplandor incierto donde
se mueven los fantasmas de la fiebre que a menudo asumen las formas indelebles del
pelotón. Cuando acaso por piedad le dejan a la puerta las sobras del rancho, y se arrastra
como un animalito hacia ellas, comprueba que no puede comer, que su destrozada
dentadura guarda todavía lacerantes posibilidades de dolor dentro de esa masa informe y
embotada que es su rostro.
Y así pasan los días. La venda que le pusieron en el hospital se va pudriendo, sola se cae
a pedacitos infectos. Juan Carlos Livraga es el Leproso de la Revolución Libertadora.
Nada tendríamos que decir en defensa del entonces comisario de Moreno, Gregorio de
Paula. Es inútil que un hombre pretenda escudarse en “órdenes superiores” cuando esas órdenes
incluyen el asesinato lento de otro hombre inerme e inocente. Pero un resto de
piedad debía quedarle esa noche en que llegó al calabozo trayendo con la punta de los
dedos una manta usada hasta entonces para abrigar al perro de la comisaría, la dejó caer
sobre Livraga y le dijo:
–Esto no se puede, pibe... Hay órdenes de arriba. Pero te la traigo de contrabando.
Bajo esa manta, Juan Carlos Livraga quedó extrañamente hermanado con el animal que
antes cobijara. Era, más que nunca, el perro leproso de la Revolución Libertadora." (de "Operacion Masacre" de Rodolfo Walsh)

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