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domingo, 25 de noviembre de 2012

Fin de un traidor (fragmento).


La visita de Matthews, naturalmente, fue muy fugaz. Inmediatamente quedamos solos; estábamos listos para marcharnos. Sin embargo nos avisaron que redobláramos la vigilancia, pues Eutimio estaba en los alrededores; rápidamente se le ordenó a Almeida que fuera a tomarlo preso. La patrulla estaba integrada, además, por Julito Díaz, Ciro Frías, Camilo Cienfuegos y Efi genio Ameijeiras. Ciro Frías fue el encargado de dominarlo, tarea muy sencilla, y fue traído a presencia nuestra donde se le encontró una pistola 45, tres granadas y un salvoconducto de Casillas. Naturalmente, después de verse preso y de habérsele encontrado esas pertenencias, ya no le cupo duda de su suerte. Cayó de rodillas ante Fidel, y simplemente pidió que lo mataran. Dijo que sabía que merecía la muerte. En aquel momento parecía haber envejecido, en sus sienes se veía un buen número de canas, cosa que nunca había notado antes. Este momento era de una tensión extraordinaria. Fidel le increpó duramente su traición y Eutimio quería solamente que lo mataran, reconociendo su falta. Para todos los que lo vivimos es inolvidable aquel momento en que Ciro Frías, compadre suyo, empezó a hablarle; cuando le recordó todo lo que había hecho por él, pequeños favores que él y su hermano hicieron por la familia de Eutimio, y cómo éste había traicionado, primero haciendo matar al hermano de Frías —denunciado por éste y asesinado por los guardias unos días antes— y luego tratando de exterminar a todo el grupo. Fue una larga y patética declamación que Eutimio escuchó en silencio con la cabeza gacha: Se le preguntó si quería algo, y él contestó que sí, que quería que la Revolución, o, mejor dicho, que nosotros nos ocupáramos de sus hijos.
La Revolución cumplió. 
                                       Ernesto Guevara (Pasajes de la guerra revolucionaria)

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