Quiero
confesar, no con poca vergüenza, mi irrefrenable voracidad por exterminar
caracoles. Vengo desarrollando desde hace años, desde las más sutiles hasta las
más crueles y audaces formas de eliminarlos
Todo mi sadismo, que no es poco, confieso, lo he
canalizado y desarrollado al extremo con estas pobres criaturitas del señor. Porque
quiero aclarar que los caracolitos son criaturas que inventó Dios digamos…
digamos… en el tercero o cuarto día. Resulta que el tipo, cansado de tanta
creación, hizo un alto en el laburo y mientras dormitaba creó a este monstruo
acorazado. El malhumor de una siesta corta,
debe haberlo impulsado a darle forma a esta atrocidad lenta y pesada,
pero de una paciencia implacable y una capacidad de reproducción asombrosa.
Años más tarde, las nobles docentes de la rama inicial
le han transformado su verdadero rostro ,
poniéndole carita simpática, y de esa forma, han disfrazado su verdadero rostro
de vil exterminador de plantas, porque el caracol con su voraz lentitud, arrasa
con cualquier cosa verde y carnosa que se le cruce. Esta es la verdadera causa
de que se hayan transformado para nosotros, los amantes de la botánica en
enemigos irrefutables.
Este molusco gasterópodo hermafrodita, posee un cruel sentido de
discriminación hacia el resto de sus parientes. Así fue que los he visto,
insultar a sus primas hermanas las Pulmonatas, diciéndoles indigente, homless
en algunos casos y cuando quieren realmente lastimarlas, les llaman casquivanas
y cuando la cosa se pone realmente espeza, terminan la conversación con un
contundente babosa sin casa. De igual manera y con absoluta crueldad, estos
monstruos de la naturaleza, han bautizado peyorativamente a los oniscídeos por
su lugar de procedencia, como si eso los hiciera mejores o peores; como si un
bicho argentino, uruguayo a finlandes fuese mas que uno senegalés o boliviano;
de esta manera, le han hechado un apodo que aun se conserva y lograron así que
pasaran a la historia reconocidos como bichos bolitas
El caracolicidio se ha transformado en una suerte de
hobbie macabro que salgo ha desarrollar como se debe en las noches de tormenta.
De esta forma. Munido de piloto y botas, salgo a urgar entre las más bellas
flores de mi jardin a esta bestia implacable. A la luz de los relámpagos generalmente
se desarrolla el exterminio. Agua, fuego, tierra, golpe, impacto, sal,
pimienta, veneno, tijera, en fin. Una gama interminable de recursos de sadismo
y perversión que, nacidos de este profundo odio hacia la especie, he
desarrollado como bien decía antes hasta el detalle perverso de la crueldad
absoluta
No es solo una cuestión de supervivencia y que algo
tienen que comer pobres criaturitas. Estos abominables seres, libran una
despiadada batalla con los vegetales, esos pasivos proveedores de oxígeno desde
hace años Lucha definitivamente desigual, que estos seres aprovechan al grito
de “A comerse a los quietos”, y sintiéndose decididamente veloces, arremeten
contra todo lo verde que se les cruce y que no se mueva
Dispuesto estoy a enfrentarme con la Sociedad protectora de
caracoles, con Greenpeace o con quien fuera para defender mi postura. He tomado
nota de cada planta roída, cada flor cortada, cada tallo talado. Fotografié con
fecha cada acto de terrorismo botánico
que ha acontecido en mis tierras cubiertas de bellas plantas. Puedo comprobar que
es un meticuloso plan de exterminio
vegetal, y defender mi postura (que también es la de varios mas) que todo esto
es un plan perfectamente orquestado desde las sombra de algun rincón o desde
bajo una piedra un día de sol y poco humedad.
Ya confesado mi amor por el odio, me despido a la
espera de aunque sea algun chaparrón aislado que despierte nuevamente al
monstruo
Esteban Bresolín
No hay comentarios:
Publicar un comentario